lunes, 28 de mayo de 2012

Rediscovery

En un alarde de locura sin precedentes en mí tuve la idea de gastarme doscientos eurazos en la FNAC de Sevilla de un tirón. El que me conoce sabe que tengo un problema, al menos: compro discos originales; cada vez que paso por la Avenida de la Constitución una extraña fuerza magnética, de la que Newton no tuvo nunca noticia, se apodera de mi cuerpo y me conduce hasta la segunda planta de un edificio con fotografías de Atín Aya u otros en su fachada. Normalmente la cosa se salda con un disquito de oferta, de seis a diez euros, de los que se ofrecen en las estanterías destacadas. Contento como un auténtico idiota sin remedio, enfilo el paso a mi coche, satisfecho ya de mis gestiones en la capital. En mi vehículo abro el tesoro y lo sobo sin recato, soñando con el momento en que lo introduzca en el aparato correspondiente, y, entonces...
En la ocasión de la que os hablaba al principio nada me decía que fuera a tener lugar una escena diferente. Pero, ¡oh futilidad!, lo vi. Claro, ya sabía que estaba al caer la reedición de toda la discografía en estudio de Pink Floyd: Lo que no sabía era que estaba toda en una caja, de nombre "Discovery".
Hasta entonces pensaba que vería algunas de estas reediciones de discos que aún no poseía y así completaría mi colección, uno a uno. Pero al ver lo diferentes que eran esas joyitas en cartón, similares a las ediciones originales en vinilo en su día, de los fríos discos compactos que se apilan entre las maquetas de El Perro De Nadie y los cinco discos de estudio de The Police, supe que eso no iba a ser así. No, yo tendría mi colección uniformada, con su sonido convenientemente remasterizado ayer por la tarde.
Y al ver la dichosa caja (¡dichosa, sí, sin ironías de ningún tipo!) una nueva idea comenzó a dar vueltas en mi cabeza: ¿Por qué gastarme doscientos cuarenta euros en catorce visitas a la FNAC, cuando podía desembolsar doscientos (ciento ochenta y cinco, con mi carné de socio) en una sola? Esta argumentación acabó por convencerme del todo. Tras unas últimas dudas (andaba por ahí también el "Achtung Baby" de U2 recién reeditado y a lo grande) me dirigí a la caja no sin cierta actividad sudorípara y con dificultades para tragar saliva, y adquirí la caja.
Describir la emoción que sentí al abrir este auténtico tesoro de la memoria cultural del siglo XX sería algo muy trillado. Ya se hicieron películas de Indiana Jones que hablaban de esto mismo, como también lo hizo "El oro de McKenna", "Piratas del caribe" o "Pozos de ambición". Son sensaciones no del todo sanas, o directamente enfermizas. También, en este caso, pueden ser muy gratificantes. Nótese que hablo del momento de abrir la caja. Porque lo que viene después, cuando tiras del lazo (¿púrpura!) que hace salir el librito de diseños de Storm Thorgerson, que sin dejar de ser una pollada constituye un documento requetemolón, y metes en su sitio correspondiente el "The Piper At The Gates Of Dawn" y le das al play, es absolutamente MARAVILLOSO.
Ya casi había olvidado el genio de Syd Barrett, la maldad contenida en la voz de Roger Waters, el especial lirismo de Rick Wright, la percusión siempre sabia de Nick Mason, la clase de David Gilmour... Ahora estoy con "A Sourceful Of Secrets", el único disco donde están los cinco, con Waters y Gilmour probando de qué están hechos, años antes de empezar a ver quién la tenía más grande. Deseando estoy descubrir "Ummagumma", escuchar "The Dark Side Of The Moon" en condiciones y no en mi guarrocasette TDK, adentrarme en "The Final Cut", darle otra oportunidad a "The Division Bell"...
Pero eso será dentro de mucho tiempo, porque una ingesta tan titánica requiere una digestión lenta, y sobre todo requiere de varias escuchas, como si fueran bocados, que lleven tan preciado alimento a los centros de nuestro ser, donde, tras los necesarios pasos, se convierta en parte indivisible de nuestro ADN. Como si no formara ya parte de nosotros, carajo.
¿Veis porqué hay que gastarse doscientos euros de vez en cuando?
http://www.pinkfloyd.com/music/discography.php

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